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DÓNDE ESTÁN MIS AMIGOS (LOS AMBIENTALISTAS) NO LOS VEO…

Publicado: 2009-09-26

Los últimos días, en dos ocasiones, he dudado de la honestidad con la que actúan y predican los ambientalistas en el Perú.

En el caso de La Oroya su actitud es clamorosa. La lucha contra la contaminación en el pasaje de ese cañón de la cordillera ha sido uno de los “actos de fe” universal de los defensores del medio ambiente en el Perú y América. Nadie se atrevería a discutir que La Oroya es una de las ciudades más contaminadas del mundo. Sin embargo, hace una semana los trabajadores de la vieja y contaminadora fundición que opera en ese lugar, bloquean la carretera Central que atraviesa esa oscura ciudad de Cerro de Pasco, causando graves perjuicios a cuanto comerciante y agricultor se moviliza por la zona, marchan hasta Lima para exigir que se retorne el permiso de funcionamiento al empresario para el que trabajan y para que el Estado amplie el plazo, hasta por tres años más, a la empresa que compró barato con el compromiso de invertir en sanear los aires del lugar.

Iracundos los trabajadores y sus familiares se enfrentan con piedras a la Policía. Anoche mataron a un suboficial de la PNP e hirieron a otros cinco policías, sin embargo, como dice aquel valsecito añejo “dónde están mis amigos (los ambientalistas) no los veo”. Ni luz de los defensores del medio ambiente. Ni una palabra de los que se oponen a las hidroeléctricas. Ni una oración del cura Marco Arana. Ni siquiera un comunicado en sus páginas web para pasar piola.

¿Por qué? ¿Acaso cuando la batalla hay que librarla contra un sindicato de trabajadores no es “políticamente correcto” defender el ambiente?

Pero en el caso de la hidroeléctrica del Inambari es al revés, en esa misma onda de lo políticamente correcto, los que se callan frente a la verdad que mueve las fichas en La Oroya, se oponen a la construcción de esta prometedora hidroeléctrica, al punto que el domingo, El Comercio se mandó con un informe lapidario, pero de parte, en contra del proyecto en el Inambari.

El Decano empezó clavándole el mote de “polémico” sin darse cuenta que no hay nada más polémico que enviar periodistas a preguntar a una población, aún desinformada, qué piensa acerca de lo que la ejecución de una obra de esa magnitud le requeriría: mudarse de su actual asentamiento, por ejemplo. O a los profesores de los colegios que estarían en la zona de embalsamiento, a las que ya llaman “zonas inundadas”, dónde estudiarían sus alumnos, como si todo ello no tuviera que estar previsto por los que autorizan y los que construyan tremenda represa.

¡Ah! Pero de la miseria que abunda en la zona, nada. De eso no se habla; lo importante no son los peruanos a los que una fuente de energía de este tamaño les cambiaría la vida. No. Lo importante son los bosques que se van a inundar para formar la laguna cuya maqueta no han visto pero que desde ya, odian.

¿Acaso no es cierto que es, justo, en las provincias de Puno y Madre de Dios, en las que influiría la hidroeléctrica del Inambari, donde los índices de pobreza y mortalidad infantil son los más altos?

¿Acaso no es cierto que en esos pueblos no existen redes de energía eléctrica y mucho menos de agua y desagüe? ¿Miento cuando digo que la mayoría de la gente que vive allí se alumbra con lámparas a kerosene y que solo algunos tienen un generador eléctrico propio? No. No miento, pero eso no les importa a los que se callan en todos los idiomas cuando los trabajadores de la fundición de La Oroya matan a un policía y hieren a cinco más a pedradas, mientras defienden al propietario de su empresa que ha resultado ser un gringo ruletero.

La belleza de la fauna y la naturaleza virgen es más importante que el futuro de la gente que nació en esas provincias de Puno y Madre de Dios. Lea usted lo que decía un tal Luis Carlos Martínez en 1980, oponiéndose a la construcción de la hidroeléctrica de Itaipú entre Brasil y Paraguay: “...Buenas piernas, fuertes tobillos y calzado adecuado es lo aconsejable para quien quiera visitar estos fastos próximos a desaparecer cubiertos por el agua que embalsará Itaipú doscientos kilómetros aguas abajo. Toda el área es una especie de paraíso de lagartijas que brincan entre las piedras con nerviosos y ágiles movimientos, y elegantes golondrinas planean alegremente alrededor de sus nidos incrustados en las irregulares paredes de piedra de los desfiladeros de agua en revoltijo”.

Hoy, Itaipú podría abastecer el consumo de electricidad de todo el mundo durante dos días. Un año, el consumo de toda la Argentina y el Paraguay. Y por supuesto que hubo conflictos y opositores a su construcción: el agua inundó diversas propiedades de pequeños agricultores del extremo oeste del estado brasilero de Paraná. Las indemnizaciones que el Estado brasilero les pagó no alcazaba para que esos agricultores compraran tierras nuevas en el Brasil. Pero sí les alcanzó para comprar en el Paraguay y miles de ellos emigraron a ese país; desde entonces no se les ha escuchado una sola queja.

Cuando en 1982 Itaipú empezó a funcionar, además de la capacidad para abastecer de energía eléctrica a más de medio Brasil, la represa, a la que antes le habían llamado inundación, les abrió nuevas posibilidades a 77 municipalidades aledañas a la nueva laguna de 200 kilómetros de extensión en línea recta. La pequeña agricultura cedió paso a la actividad turística, por cierto la industria menos contaminante, que hace rato le viene sacando provecho a las playas artificiales y a los miles de visitantes que llegan.

Inambari será diez veces menos grande que Itaipú, pero aún así será la más grande inversión realizada en nuestro país. Toda Camisea costó 3,300 millones de dólares, Inambari significará una inversión de 5,000 millones de dólares y producirá la energía que tanto reclama y necesita el sur del Perú.

A los ambientalistas de papel, a los que se callan frente al propietario de la fundición de La Oroya que usa a sus trabajadores para presionar al Estado y al Gobierno; pero que se lanzan contra la construcción de una hidroeléctrica como la del Inambari, a todos ellos les preguntaría si ya saben cuántos árboles se dejarían de cortar si los periódicos que sostienen sus críticas al crecimiento se publicaran solo por la Internet, evitando que se gasten, cada día, toneladas de papel y se destruyan los bosques que oxigenan la tierra. con informacion de (AGENCIA PERU TV)


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